En la terraza de mis suegros, llena de verde, luz de sol, pájaros y clima rico, de repente es el 14 de enero
Ese día celebro recordando cómo mi hija bailó en esa terraza mientras escuchaba Eve Goodman, un día lejanísimo de julio, de aquel año anterior...
Y en el peor día del invierno, mientras comienzo a tomar cerveza (serán muchas, como es costumbre ya en el peor día de cada invierno) antes de acostar a mis hijos, voy a recordar los gritos de emoción y las risas de mi hijo y mi sobrina en las conchas locas; o las carreras de mi hija con sus primos y su hermano en el jardín.
No tiene otro nombre.
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